El drogo del que me enamoré un caluroso Octubre de 2010 volvió. Esta vez en forma de música.
Se sentó junto a mí en el pasto del CNA, sin darse cuenta, mientras escuchábamos un concierto de Jazz. Todavía usa el saco rojo y sus lentes oscuros con los que lo conocí. Todavía tiene ese aroma tan agradable y esos ojos grandes y profundos que piden que lo recuerdes toda tu vida.
Sonaba el saxofón y el contrabajo. Una melodía rítmica hacía que moviera su pie al compás de la batería. Pensaba si tenía que hablarle, o si recordaría al menos quién era yo. Todavía se droga. Ya no fuma mota en manzanas, ahora lo hace en pipa.
La música de Teun Verbruggen, sus manos de pianista; el saxofón, sus ojos; el ritmo de la guitarra, sus pies marcando el ritmo; el contrabajo, su boca aspirando humo, la batería, su boca...
—Disculpa, tus ojos me parecen conocidos...
—Hola Edu.
(...)
Si amas a alguien, déjalo ir. Si regresa es tuyo, si además recuerda tus ojos, bésalo.
¿Te reconoció? ¿Se besaron? ¿Y después del beso? Ay, todo quiero saber.
ResponderEliminar