jueves, 9 de febrero de 2012

Sabiduría de un borrachito

"Señorita, ¿usted conoce la canción de Barbra Streisand que va 'Tururu ru, tururu, tu ru ru ru'? Como la veo con sus audífonos puestos, pienso que la puede conocer. Y es que los chavos de ahora escuchan pura porquería. ¿A usted qué le gusta? ¡Ah, mire! Tengo canciones como de esas, de esas que dice en mi 'chato'; si quiere se las paso al suyo. ¿Segura? Bueno, ¿pero no tiene la canción de Barbra Streisand que va 'Tururu ru, tururu, tu ru ru ru'? Fíjese que le he pedido a mis hijos que me la metan al 'chato', pero dicen que no saben ni cuál es. Qué van a saber, ¿no? Porque no crea que le hablé para asustarla. A veces la gente piensa que cuando le habla uno en el camión es porque la quiere agredir, pero yo a usted no señorita. Tengo hijos, de su edad y más chicos y además se siente bien gacho que te agredan, que te quiten tus cosas. A mí ya me han quitado varias veces mis cosas, no se crea. Hay que tener cuidado. Pero yo pensé que usted podía tener la canción, pero búsquela, está bonita. Dice 'Tururu ru, tururu, tu ru ru ru'. Les voy a decir a mis hijos que la busquen, aunque no saben cuál es. Pues que aprendan, ¿no? Para eso les pago la colegiatura de trecientos pesos en la escuela. ¿Sabe que es lo chido? Estar con los cuates y pasarse las canciones, eso es lo que yo considero lo chido en las reuniones. Que te guste algo y te pasen las canciones. Yo no entiendo esas madres nuevas donde uno no se puede pasar nada si no es por una computadora, por la  internet y eso. Yo no sé señorita, en mis tiempos todo era más fácil; ahora mucha tecnología, las colegiaturas, nadie conoce las canciones, la educación, que te agreden en el camión, que ya nadie quiere hablar contigo en el camión. Otra cosa que me gustaba de mis tiempos era que la gente sabía querer, ahora las personas quieren aprender a olvidar".

lunes, 6 de febrero de 2012

Zapatos

Baratos, como de ciento cincuenta pesos, pero con un valor sentimental de miles. No eran feos, me gustaban porque combinaban con todo. Tenían el tacon bajito, tela café y un broche al frente.

Me los regalaron porque sí, porque había con qué pagarlos. La primera vez que me los puse, se me salían. Tuve miedo de que no me quedaran, pero no. Pasaba que yo no sabía caminar con zapatos sin correa, pero con el tiempo aprendí a hacerlo. "Se te ven bonitos" me decía él, mientras se los modelaba y sonreía coqueta. Estaba feliz, eran mis primeros zapatos de tacón.

Y a todos lados los llevaba, no importaba el terreno ni las circunstancias, ni la ropa siquiera; ellos viajaban siempre conmigo. Con ellos fui a Hidalgo, a la Villa, a la escuela, a Chapultepec, a Coyoacán, al Centro Histórico, a la Alameda Sur. Con ellos caminé una madrugada miles de kilometros, llorando ida y vuelta. Con ellos llegué al hospital para tener a mi hijo, con ellos iba al mandado, con ellos me independizé un poco.

Un día sin aviso, se rompieron. Comenzaron por la tela desgarrada, hasta terminar con los tacones medio quebrados. "Tíralos", decía mi mamá y me ofrecía dinero para comprar nuevos. Pero no, eran mis zapatos; míos, los de la independencia, los de los viajes, los baratos, los de las lágrimas en la noche, los que él me regaló. No.

Y regresé un día de su casa a la mía, con las maletas llenas de ropa, lágrimas y recuerdos, con los zapatos. Los guardé en su caja, como si fueran nuevos, como un tesoro. 

Hoy no están; me dijeron que me olvidara por salud de muchas cosas, que los tirara por que para qué los tenía, si ya estaban feos y desgastados, que no era sano para nadie y además ya podía usar unos mejorcitos. Y lloré una sesión completa en el sofá del psicólogo por los zapatos, porque pues qué, eran míos y no eran zapatos nada más, eran muchas cosas en tan poco; eran vías y caminos, eran baile en una casa sin muebles, eran días sin comer bien, eran correr detrás de un camión para despedirse, eran tierra de los parques, eran un "Gracias" y un "Se te ven bonitos", eran dinero, eran futuro, eran él.

Y nadie nunca entendió, a veces ni yo me entiendo, porque eran unos zapatos. Por lo material no se llora, pero cuando lo material tiene un cachito de alguien, ¿qué haces?

viernes, 3 de febrero de 2012

Un instante

Me imaginé un instante contigo y fui feliz. 
Me gusta pensar que eres perfecto, aunque no lo eres; que me quieres, aunque no lo sabes; que me esperas, aunque nunca me he ido.
Y me adjudico tus palabras, las buenas y las malas, porque me pertenecen, porque me gusta ser tuya en secreto, porque no lo sabes.

Y estás por ahí buscando a quien te haga feliz porque no sabes que yo estoy en tu vida, aunque me escondo y no sé por qué. Y yo podría hacerte feliz como tú me haces a mí en secreto y  ojalá no fuera secreto, para que me dieras flores a veces o me dijeras que me quieres, pronunciando mi nombre, pero no puedo decirte que eres tú.

Y cuando te enojas, creo que es por mí. Cuando te duele, sé que es por mí, y si te sientes solo, sé que es mi culpa porque no te he dicho que estoy aquí contigo, que siempre estoy.

Y las canciones con las que sufres me hacen llorar a mí. Y las escucho todas, las siento, me pertenecen. Son mías, son de nadie. Las repito tantas veces, esperando escuchar mi nombre, pero no, porque no sabes que son mías.

Quizá si supieras de mí, estaríamos bien, o no te importaría. Pero hemos pasado por tanto que no sé cómo decirte que eres tú.

Eres tú, hoy quiero que lo sepas, aunque ni te enteres.