lunes, 6 de febrero de 2012

Zapatos

Baratos, como de ciento cincuenta pesos, pero con un valor sentimental de miles. No eran feos, me gustaban porque combinaban con todo. Tenían el tacon bajito, tela café y un broche al frente.

Me los regalaron porque sí, porque había con qué pagarlos. La primera vez que me los puse, se me salían. Tuve miedo de que no me quedaran, pero no. Pasaba que yo no sabía caminar con zapatos sin correa, pero con el tiempo aprendí a hacerlo. "Se te ven bonitos" me decía él, mientras se los modelaba y sonreía coqueta. Estaba feliz, eran mis primeros zapatos de tacón.

Y a todos lados los llevaba, no importaba el terreno ni las circunstancias, ni la ropa siquiera; ellos viajaban siempre conmigo. Con ellos fui a Hidalgo, a la Villa, a la escuela, a Chapultepec, a Coyoacán, al Centro Histórico, a la Alameda Sur. Con ellos caminé una madrugada miles de kilometros, llorando ida y vuelta. Con ellos llegué al hospital para tener a mi hijo, con ellos iba al mandado, con ellos me independizé un poco.

Un día sin aviso, se rompieron. Comenzaron por la tela desgarrada, hasta terminar con los tacones medio quebrados. "Tíralos", decía mi mamá y me ofrecía dinero para comprar nuevos. Pero no, eran mis zapatos; míos, los de la independencia, los de los viajes, los baratos, los de las lágrimas en la noche, los que él me regaló. No.

Y regresé un día de su casa a la mía, con las maletas llenas de ropa, lágrimas y recuerdos, con los zapatos. Los guardé en su caja, como si fueran nuevos, como un tesoro. 

Hoy no están; me dijeron que me olvidara por salud de muchas cosas, que los tirara por que para qué los tenía, si ya estaban feos y desgastados, que no era sano para nadie y además ya podía usar unos mejorcitos. Y lloré una sesión completa en el sofá del psicólogo por los zapatos, porque pues qué, eran míos y no eran zapatos nada más, eran muchas cosas en tan poco; eran vías y caminos, eran baile en una casa sin muebles, eran días sin comer bien, eran correr detrás de un camión para despedirse, eran tierra de los parques, eran un "Gracias" y un "Se te ven bonitos", eran dinero, eran futuro, eran él.

Y nadie nunca entendió, a veces ni yo me entiendo, porque eran unos zapatos. Por lo material no se llora, pero cuando lo material tiene un cachito de alguien, ¿qué haces?

2 comentarios:

  1. Cuando un objeto tiene un significado para nosotros es difícil desprendernos de eso que nos hace sentir mejor, pero también hay cosas que vienen; no sé si para bien o para mal, pero hay que desgastar algo más para saber.

    (:

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  2. "eran baile en una casa sin muebles" Que bonito encontrar en cada párrafo una nueva historia.

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